
Ella es polaca y se llama Kate , el es sudanés y se llama Moe. Ella es cristiana, el es musulmán. Ella es crema, el es chocolate. Se conocieron una tarde hace muchas lunas en starbucks y entre lattes y capuchinos se enamoraron y desde entonces no se separan.
Hace seis semanas nació su primer hijo Nathan, un hermoso bebe café con leche que tendrá la dicha de crecer en un hogar lleno de amor, comiendo perogies y koftha, hablando polaco y árabe, rodeado de una variedad de costumbres que lo harán parte del gran sancocho cruzao’ que es Toronto.
Toronto lo denominan el “melting pot” de Canadá. No hay otra ciudad que sea tan diversa culturalmente hablando. La mezcla de ritmos, sabores y colores hacen a Toronto una ciudad inolvidable. Donde metas la cabeza vas a encontrar alguien de algún inhóspito rincón del mundo, hablando algún idioma que en tu vida habías escuchado, o ves alguna parejita agarrados de la mano que si no fuera por Toronto nunca se hubieran conocido.
Para muestra un botón, trabajo en una empresa que yo la llamo la ONU, cada país tiene su representante trabajando aquí. Mis compañeros provienen de lugares tan remotos he interesante que es toda una aventura hablar con ellos; Etiopia, Jordan, Mauritius, Grecia, Egipto, India, Pakistán, Argentina, Haití, Somalia, filipinas, Monte Negro, un par de canadienses para que no digan y por supuesto este venezolano que mucha gente todavía se pregunta como carrizo deje el paraíso para venir a pasar frío. Este es solo el departamento de IT imagínense el resto. El tratar de pronunciar los nombres y apellidos es todo un trabalenguas.
Toronto es la propia propaganda de “united color of Benetton”. De todos los colores y sabores que se puedan imaginar. Donde el respeto a las demas culturas y religiones es la regla numero uno.
Nota: el domingo bautisaron a Nathan Mohamed me imagino que el cura polaco casi le dio un infarto cuando vio el nombre. Welcome to Toronto Nathan!!